La ciudad de los recuerdos
M no va a venir estas vacaciones. No vino, más bien, pues el plan era que llegara el 25 de diciembre. Cosas que pasan cuando tu país elige a un loco de presidente. Aun así hubiera agradecido mínimo una llamadita y no un comentario casual el mero día (de hecho, un par de días después). Pero no puedo culparle, yo también soy así y me hago güey con las cosas difíciles, como escribir aquí. Los últimos meses me había dedicado a hacer un gran repaso de la ciudad (en la medida de lo posible, porque la ciudad nunca se acaba). De los canales de Xochimilco en la madrugada hasta las calles del centro a la media noche; del Museo de Antropología al Barba Azul; del Chopo a Jamaica y de ahí a la Central de Abasto (no abastos ) y de la Sanfe a la Lagunilla; de unos tacos que tenía pendientes en la Doctores a las gorditas de siempre; de la línea 4 del metro con su vista increíble al trolebús de Eje Central. Todo esto para saber a dónde llevar a M y sobre todo pensando cuál sería el primer lugar al que